Molto spesso capita di imbattersi in romanzi appena pubblicati che aprono porte di mondi inesplorati in classe. In questo articolo troverete spunti didattici e idee per utilizzare due romanzi supercontemporanei in classe.
Inglese
THE BOOK
England 1940. The government prepares to fight the Nazis in every possible way and breaking secret codes at the mysterious estate Bletchley Park is one of the most important activities. Three very different women are involved in this secret. Osla, a brilliant translator thanks to her fluent German, has everything a woman can desire; Mab works with the legendary code-breaking machines and Beth, a shy cryptanalysts. Unfortunately war, fear and the secrets they hide will tear them apart.
England, 1947. A mysterious traitor send a coded letter to the three former friends, and now Osla, Mab, and Beth must cooperate and crack one last code together.
WHY USING THIS BOOK IN CLASS?
The novel offers many ideas to work both with licei and istituti tecnici. Here you find some examples
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EXTRACT WITH ACTIVITIES
FROM CHAPTER 3
He continued. “The work here is so secret that you will be told only what it is necessary for you to know, and you will never seek to find out more. Besides respecting internal security, you will be mindful of external security. You will never mention the name of this place, not to your family or friends. You will find that your colleagues refer to it as BP, and you will do the same. Above all, you will never disclose to anyone the nature of the work that you do here. To reveal the least hint might jeopardize the whole progress of the war.” Another pause. Are they training us to be spies? Mab wondered, astonished. “Should anyone ask, you are doing ordinary clerical work. Make it sound dull, the duller the better.” Osla piped up, “What work will we be doing, sir?” “Good God, girl, have you listened to a single word I’ve said?” Impatience crept into Denniston’s voice. “I don’t know what you will be doing, in any specific way, and I don’t want to know.” He opened a desk drawer and took out two sheets of yellowish paper, laying one in front of each of them. “This is the Official Secrets Act. It clearly states that if you do any of the things I have warned you against, if you disclose the slightest information which could be of use to the enemy, you will be guilty of treason.” The silence was absolute. “And treason,” Commander Denniston finished mildly, “makes you liable to the most extreme penalties of the law. I’m not sure at the moment whether that’s hanging or firing squad.” It couldn’t get any quieter, but Mab felt the silence congeal. She took a deep breath. “Sir, are we allowed to—refuse this post?” He looked startled. “There’s no pistol to your head; this isn’t Berlin. Refuse, and you will simply be ushered off the premises with strict instructions never to mention this place again.” . . . And I’ll never know what really goes on here, Mab thought. He laid two pens before them. “Sign, please. Or not.” Mab took another breath and signed across the bottom. She saw Osla doing the same. “Welcome to BP,” Commander Denniston said with the first smile of the exchange. Just like that, the interview was over. Giles Talbot, still with his damp shirttails flapping, steered them out into the hall. Osla gripped Mab’s hand once the door shut behind them, and Mab wasn’t too proud to grip back. “Wouldn’t take it too seriously if I were you.” Incredibly, Giles was chuckling. “That speech is a knee-weakener the first time you hear it— Denniston was out when it was my turn, and I got the whole harangue from a wing commander who pulled a pistol out of his drawer and said he’d shoot me if I broke the sacred secrecy of et cetera, et cetera. But you get used to it. Come along, let’s get your billets sorted—” Mab halted at the staircase, folding her arms. “Look here, can’t we get a hint now about what this place actually does?” “Isn’t it obvious?” He looked surprised. “GC & CS—we call it Golf, Cheese, and Chess Society because the place is packed with Oxford dons and Cambridge chess champions, but it stands for Government Code & Cypher School.” Mab and Osla must have looked baffled, because he grinned. “We’re breaking German codes.”
UNDERSTAND
- Why is Bletchley Park called GC and CS?
- What’s the primary task of the girls signing to enter Bletchley Park?
- What does it mean working at Bletchley Park?
- What’s the punishment for the people who reveal BP’s secrets?
REFLECT
- What are the skills required to be a codebreaker in your opinion?
- Do you think it was easy to work in a place like BP during the war?
EXAPAND
- The women of Bletchley Park
- Code makers and breakers – Try and make/break your own code
Ready made materials for teachers or Enigma simulator. - Official secrets Act
- Legacy of Bletchley Park
- BP virtual tour
Spagnolo
EL LIBRO
Isabel Allende por primera vez escribe una obra que empieza en plena Guerra Civil española, relacionándola con el destino de la historia de Chile, entremezclando así la historia de los dos países. El joven médico Víctor Dalmau y su amiga pianista Roser Bruguera se ven obligados a abandonar Barcelona, exiliarse y cruzar los Pirineos. En Francia embarcarán en busca de la paz y la libertad que no encontraron en su país a bordo del Winnipeg, un barco organizado por el poeta Pablo Neruda para llevar a más de dos mil españoles a Valparaíso. Los protagonistas son recibidos como héroes en Chile y se integrarán en la vida social del país. Durante varias décadas viven su nueva vida allí y Victor conocerá al doctor Salvador Allende, por su común afición al ajedrez. Después del golpe de Estado que derrocó al doctor Salvador Allende, Víctor y Roser se encontrarán nuevamente desarraigados. El libro es un viaje a través de la historia del siglo XX gracias a unos personajes que en una sola vida viven muchas vidas y que entenderán al final que lo difícil no es huir sino volver y “si uno vive lo suficiente, todos los círculos se cierran”.
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ UTILIZARLO EN LAS CLASES DE ESPAÑOL?
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TEXTO CON ACTIVIDADES
CAPITULO 1
1938
Prepararse, muchachos,
para otra vez matar, morir de nuevo
y cubrir con flores la sangre.
(Neruda: El mar y las campanas)
El soldadito era de la Quinta del Biberón, la leva de niños reclutados cuando ya no quedaban hombres jóvenes ni viejos para la guerra. Víctor Dalmau lo recibió junto a otros heridos que sacaron del vagón de carga sin mucha consideración, porque había prisa, y tendieron como leños en esterillas sobre el piso de cemento y piedra de la Estación del Norte, en espera de otros vehículos para llevarlos a los centros hospitalarios del Ejército del Este. Estaba inerte, con la expresión tranquila de quien ha visto a los ángeles y ya nada teme. Quien sabe cuántos días llevaba zarandeado de una camilla a otra, de una posta de campaña a otra, de una ambulancia a otra, hasta llegar a Cataluña en ese tren. En la estación, varios médicos, sanitarios y enfermeras recibían a los soldados, mandaban de inmediato a los más graves al hospital y clasificaban al resto según dónde estaban heridos […] pero el tumulto y la confusión eran sólo aparentes. Nadie quedaba sin atención, nadie se perdía. Los de cirugía iban al antiguo edificio de Sant Andreu en Manresa, los que requerían tratamiento se mandaban a otros centros y a algunos más valía dejarlos donde estaban, porque nada se podía hacer para salvarlos. Las voluntarias les mojaban los labios, les hablaban bajito y los acunaban como si fueran sus hijos, sabiendo que en otra parte habría otra mujer sosteniendo al hijo o al hermano suyo. Más tarde los camilleros se los llevarían a la morgue. El soldadito tenía un agujero en el pecho y el médico, después de examinarlo someramente sin encontrarle el pulso, determinó que estaba más allá de cualquier socorro, ya no necesitaba morfina ni consuelo. […] Dalmau estaba allí para secundar a los médicos; su deber era obedecer la orden de dejar al chico y dedicarse a atender al siguiente, pero pensó que si ese niño había sobrevivido la conmoción, la hemorragia y el traslado para llegar hasta ese anden de la estación, debía tener muchas ganas de vivir y era una lástima que se hubiera rendido ante la muerte en el último momento. Retiró cuidadosamente los trapos y comprobó asombrado que la herida estaba abierta y tan limpia como si se la hubieran pintado en el pecho. No pudo explicarse cómo el impacto destrozó las costillas y parte del esternón sin pulverizar el corazón. En los casi tres años de práctica en la Guerra Civil de España, primero en los frentes de Madrid y Teruel, y después en el hospital de evacuación, en Manresa, Víctor Dalmau creía haber visto de todo y haberse inmunizado contra el sufrimiento ajeno, pero nunca había visto un corazón vivo. Fascinado, presenció los últimos latidos, cada vez más lentos y esporádicos, hasta que se detuvieron del todo y el soldadito terminó de expirar sin un suspiro. Por un breve instante Dalmau se quedó inmóvil, contemplando el hueco rojo donde ya nada latía. […] Nunca pudo explicarse por qué introdujo tres dedos de la mano derecha en la espantosa herida, rodeó el órgano y apretó varias veces, rítmicamente, con la mayor calma y naturalidad, durante un tiempo imposible de recordar, tal vez treinta segundos, tal vez un eternidad. Y entonces sintió que el corazón revivía entre sus dedos, primero con un temblor casi imperceptible y pronto con vigor y regularidad.
— Chico, si no lo hubiera visto con mis propios ojos, jamás lo creería – dijo en tono solemne uno de los médicos, que se había aproximado sin que Dalmau lo percibiera. Llamó a los camilleros de dos gritazos y les ordenó que se llevaran de inmediato al herido a toda carrera, era un caso especial.
— ¿Dónde aprendió eso? – le preguntó a Dalmau, apenas los camilleros levantaron al soldadito, que seguía color ceniza, pero con pulso. Víctor Dalmau, hombre de pocas palabras, le informó en dos frases que había alcanzado a estudiar tres años de medicina en Barcelona antes de irse al frente como sanitario.
— ¿Dónde lo aprendió ? – repitió el médico.
— En ninguna parte, pero pensé que no había nada que perder…
— Veo que cojea.
— Fémur izquierdo. Teruel. Está sanando.
— Bien. Desde ahora va a trabajar conmigo, aquí está perdiendo el tiempo. ¿Cómo se llama?
— Víctor Dalmau, camarada.
— Nada de camarada conmigo. A mí me trata de doctor y no se le ocurra tutearme. ¿Estamos?
— Estamos, doctor. Que sea recíproco. Puede llamarme Sr. Dalmau, pero les va a sentar como un tiro a los otros camaradas.
El médico sonrió entre dientes. Al día siguiente Dalmau comenzó a entrenarse en el oficio que determinaría su suerte.
COMPRENSIÓN
- ¿Qué hacía Victor Dalmau antes de este acontecimiento?
- ¿Qué hará Victor Dalmau después de haber salvado la vida a este chico?
- ¿Por qué un niño tan joven ya había sido reclutado para la guerra?
- ¿De qué se ocupaban las mujeres voluntarias?
REFLEXIÓN
- En tu opinión, ¿por qué Victor Dalmau intenta salvar al niño a pesar de lo que dice el médico?
- ¿A qué se refiere la frase “sabiendo que en otra parte habría otra mujer sosteniendo al hijo o al hermano suyo”?
POSIBLES ENLACES
- Quizás el tema principal de esta obra es el tema del exilio que ofrece la posibilidad de reflexionar y profundizar, también en otras asignaturas, sobre qué significa exilio hoy y sobretodo permite ayudar a los alunos a imaginar lo terrible que debe ser perder una guerra en la que has participado defendiendo tus ideales, huir de tu país, vivir en terribles condiciones en un campo de concentración en un lugar que no te acepta y al final conseguir embarcar en un barco que te lleva a otro país del que no conoces nada para empezar literalmente de cero:
- «Morían muchos, entre treinta y cuarenta al día, primeros los niños de disentería, después los viejos de pulmonía y luego el resto de a poco» (página 89)
- «Mucho más tarde el mundo habría de sacar las cuentas debidas: murieron cerca de quince mil personas en esos campos franceses de hambre, inanición, maltrato y enfermedades. Nueve de cada diez niños perecieron» (página 89)
- «Para entonces la población del campo se componía casi exclusivamente de decenas de miles de soldados republicanos sometidos al hambre, la miseria, los golpes y las humillaciones constantes de sus carceleros» (página 127)